martes, 16 de junio de 2009

Corro

Esta lloviendo, el manto del cielo triste no hace mas que recordarme el día en que no veía tus pasos delante de los míos. Quién se alegra de que la lluvia caiga? No seré yo el que gozoso sienta en mi cara sus frías y celosas caricias, que en otro tiempo me entretenían, pero que ahora, en venganza por mi amor, son gotas suicidas con la peor de las intenciones. Está lloviendo más, creo que no saldré de acá hasta que su furia sea menor o que en un descanso recurrente pueda correr sin destino aparente, mas en mi corazón sé con seguridad mi final.
La lluvia me ha dado una tregua, quiero escapar, escapo, salgo aterrorizado con la duda como aguijón punzante, la incertidumbre de encontrarme nuevamente con mi enemiga. Corro deseperado, y mientras mis piernas hacen lo posible por huir de lo inevitable, recuerdo vagamente los momentos en que te sentía, la visión es borrosa; la lluvia borra los buenos recuerdos y abre las heridas que pensamos curadas. Mis fuerzas se acaban, no siento el cuerpo, me dejo caer contra el suelo; al menos la lluvia cesó (es lo que pienso), no debo de preocuparme, pero tardo en pensarlo y como si leyera mi mente, empieza su lenta venganza. Escucho sus pasos fuertes en las nubes, su risa ilumina todo el cielo, y como si estuviera buscandome, me encuentra y sin compasión siento sus largas lanzas atravesando mi cuerpo que al fin se rinde ante la esperanza de verte nuevamente.

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